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9.19.2005

LUCHA DESIGUAL

La siguiente es una pequeña historia que me hizo reír mucho al momento de leerla, creo que en algunos episodios me identifica, así que decidí compartírsela para que la conozcan. Ojalá la disfruten......!

Lucha Desigual

Hace unos meses fui al supermercado y compré entre otras cosas unos chamorritos de ternera para hacer osso buco. Cuando terminé mis compras llegue a la caja y mientras la empleada marcaba los precios y hacia la suma, note con horror que un niño que estaba con su madre en la caja de junto cogía los chamorritos de ternera que estaban en mi cuenta y se disponía a agregarlos al montón de cosas que había comprado su madre.
No le di un manotazo, ni le dije “¡suelta esos chamorros, niño execrable!”, ni le dije a la señora, “¿no tendrá usted inconveniente en decirle al niño que no se robe mis chamorros?”. Me concreté a arrebatárselos y a volver a colocarlos entre mis cosas.

La madre se puso morada. Así debí dejarla pero quiso mi mala suerte que se me ocurriera preguntarle:
-¿Por qué se enoja, señora?

Lo que me contesto no tenia nada que ver ni con lo que acababa de ocurrir ni con lo que yo le acababa de preguntar, sino con la batalla de los sexos.

Me enojo por que si yo fuera hombre, no se atrevería usted a decirme lo que me esta diciendo, porque ... mire –aquí hizo una seña procaz, que todos conocemos y que quiere decir “le daría mucho miedo”.

Pocas veces me he metido con tanta rapidez y tan gratuitamente en una situación molesta. No supe qué hacer. Me parecía un poco grotesco tratar de recordarle a aquella mujer que la frase que yo había dicho 30 segundos antes “¿Por qué se enoja?” No era ni irrespetuosa, ni ofensiva. Tampoco estaba yo de humor para hacer una análisis del episodio de los chamorritos en un intento de delimitar responsabilidades. Me puse morado a mi vez, cogí la bolsa de papel donde estaban mis compras y salí del supermercado.

Deje a mi enemiga triunfante, llena de vibraciones rarísimas, que se notaban a través del vestido de flores. Tenia los ojos chisporreantes. Era bastante fea.

En los días que siguieron regresé mentalmente a esta imagen en un intento de encontrar la frase que hubiera hecho pedazos a la mujer que me dijo que yo era un cobarde, por que le pregunte por que se enojaba. Nunca la halle.

Lo que es evidente, es que si aquella mujer hubiera sido hombre, no se hubiera atrevido a decirme ni lo que me dijo, ni nada por el estilo.

¿Por qué?, Por la sencilla razón de que si un hombre le dice a otro “a que no se atreve...” o algo así, el segundo esta en obligación ineludible de contestarle “¿qué no me atrevo?”Y a darle un bofetón.

En cambio, yo, de caballero le doy un puñetazo o varios a la señora del niño que quería comer osso buco a mis expensas, entro por un camino del que solo hay tres salidas. Primera, de un gancho al hígado y un uppercut la mando al piso con tres dientes menos y la boca esponjosa. Los espectadores, admiradores de mi pericia pugilística, no intervienen mas que para ayudar a levantarse a la señora y darle los dientes que se le cayeron. Al día siguiente salgo en el periódico “ Energúmeno que golpea a una dama”. Quedo desprestigiado para el resto de mi vida.

Segunda alternativa, Antes de que yo logre conectarle el gancho al hígado, ella me da un golpe directo en el plexo solar, que me hace que me doble y acabe hincado, con la boca abierta babeando. La noticia en el periódico tendrá la siguiente forma: “Quiso golpear a una mujer, pero ella lo descontó” Quedo todavía mas desprestigiado.

Tercera alternativa, Le doy el primer puñetazo a la mujer cuando varios caballeros, incluyendo al policía, el gerente del supermercado, un demostrador de filtros para agua, un carnicero, dos empleados de limpieza y varios clientes, “se interponen” y me dan una paliza. Soy yo el que recoge los dientes pierdo los chamorritos y me voy a mi casa. Al día siguiente aparezco en el periódico en el papel de “un orate quiso golpear a una dama pero lograron dominarlo entre varios”.

Pensándolo bien salí bien librado. En este pequeño episodio de la batalla de los sexos no había para mí victoria posible. Pero que no se liberen las mujeres, por que les doy un recto a la mandíbula.

Jorge Ibargüengoitia. “Lucha desigual” en Sálvese quien pueda, México: Joaquín Mortiz, 2003. pp22-24

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